En los últimos 3 o 4 años, hemos asistido a una caída en la demanda de profesionales para trabajar en minería. Aquí hemos hablado ya de la reforma tributaria, caída de inversiones, sobreoferta de profesionales, bajada de demanda mineral… Todo ello ha contribuido de manera significativa, pero el sector presenta diversas problemáticas estructurales y productivas, que no sólo contribuyen al descenso de la producción (la más baja en 20 años, en algunos sitios se lee sobre caídas de un 46% en 10 años), sino que son determinantes para que a día de hoy el futuro a corto plazo se presente incierto.
¿Porqué hasta hace poco había trabajo prácticamente para todos si llevamos diez años de caída?
Hasta hace unos 3 años, Chile, era un paraíso para los profesionales de la minería, entre ellos los geólogos, como es mi caso. Se produjo un efecto llamada que llenó el país de extranjeros, animados por los excelentes sueldos, la gran demanda de trabajadores y las buenas condiciones de seguridad y trabajo. Pero, ¿a qué se debía esta situación?
La explicación la obtenemos del llamado “superciclo” del cobre.
Un “superciclo” de cobre (o de cualquier otra materia prima), es un periodo de sobredemanda, donde los países productores no pueden hacer frente a los pedidos (el caso de las importaciones Chinas, entre otros). A grandes rasgos, esto genera un gran incremento en el precio del cobre, incrementando enormemente los beneficios por explotación, haciendo rentables explotaciones de baja ley y generando gran cantidad de empleos (con grandes sueldos).
Por contra, aunque el beneficio se dispara, las explotaciones de baja ley no aportan un gran incremento a la producción, y estadísticamente, a mayor cantidad de trabajadores para un nivel similar de material explotado, se produce un descenso en la productividad per cápita, que afecta negativamente a los costos globales.
Esto es asumible cuando el “superciclo” está en su apogeo, pero podría compararse con un castillo de naipes. Si quitamos una carta de la base, se viene todo abajo.
A pesar de que el precio medio del cobre se ha sostenido (y a pesar de ciertas caídas importantes en algunos momentos), el castillo de naipes del cobre chileno está siendo atacado por varios flancos, que hacen inasumible mantener los beneficios del “superciclo”.
Caída en la ley del mineral
Este es un problema que viene afectando desde hace años no sólo a Chile, sino a todos los países productores de cobre (EEUU, Canadá, Australia, Polonia…). Una reducción en la ley mineral como la que se ha registrado aquí (de un 1% a 0,7%) supone que si antes se necesitaban 100 toneladas para conseguir una tonelada de material, ahora son necesarias unas 140. Esas 40 toneladas incrementan de forma significativa los costes de producción, ya que se requiere un aumento en la cadena de procesos productivos, aumentando los costos.
Este, si bien es un problema generalizado a nivel mundial, en Chile se acentúa por su propia problemática interna.
El uso del agua
Para la explotación de mineral, es necesario disponer de agua, y en grandes cantidades. Si pensamos en donde se encuentran la mayoría de las explotaciones cupríferas del país, es fácil hacerse una idea sobre lo limitado de este recurso. Su utilización ha de hacerse, en cierto modo, de manera sostenible, para aprovechar al máximo el recurso sin malgastarlo. Esto genera un sobrecosto que no se tendría en zonas con mayor aporte de recursos hídricos. Además la sequía que asola el país no ayuda para nada en este sentido.
La demanda energética
Extrapolable al caso anterior, en Chile no se puede decir que la energía sea un bien que sobre. Igualmente las empresas deben hacer un uso racional de la misma, ya que el costo de la misma, al ser un bien escaso, se incrementa respecto a otros países productores.
La gestión de permisos
Poner en marcha un proyecto de explotación mineral conlleva una gran inversión en investigación, construcción de infraestructuras y demás. Preparar esto puede llevar varios años de desarrollo. Pero sumado a esto, la burocracia y los permisos que se deben obtener quizá sean exageradamente elevados (hasta 120 tipos de permisos diferentes), alargando los procesos de puesta en marcha o incluso deteniéndolos por completo.
Hay que tener en cuenta que la obtención de permisos también afecta a todo tipo de proyectos asociados a la minería, como pueden ser proyectos energéticos, de tal manera que si éstos se ralentizan o no salen adelante, entramos en un círculo de sobrecostos que hace caer en picado el beneficio y la competitividad.
La productividad
Debido a la gran cantidad de trabajadores empleados directa e indirectamente en el rubro minero, la producción de beneficio es menor a igualdad de material explotado frente a otros países productores. Si a esto sumamos que los sueldos aquí se vieron elevados a un punto un tanto irreal en época de bonanza, el costo de dichos trabajadores aumenta sustancialmente.
Concluyendo
Si tenemos en cuenta todos estos factores, es fácil hacerse una idea, sin cifras exactas, de que en el momento actual, cuando parece que el último “superciclo” de cobre ha llegado a su fin (o está a punto de ello), Chile necesita una reestructuración laboral, productiva y de aprovechamiento de recursos, para equilibrar la situación.
Esto no debe ser algo dramático, de hecho en el último año, la cesantía del sector, que puede verse como algo negativo, ha contribuido a elevar la productividad per cápita. Además la sobreoferta de profesionales está ayudando a equilibrar los sueldos en niveles más racionales.
Así mismo el ministerio de minería está trabajando en una simplificación de los trámites y permisos para las explotaciones y sus derivados, lo que puede abrir las puertas indirectamente a la inversión en proyectos energéticos.
Finalmente, las grandes explotaciones chilenas pueden presumir de modernidad en sus procesos productivos, y corresponden a empresas que invierten en mejorar dichos procesos, por lo que si paulatinamente se consigue mejorar los ratios de producción a pesar de la caída de leyes, se estará ganado terreno frente a otros países.
Quizá la clave del momento actual es aprovechar la situación para invertir en exploración, ya que quién puede afirmar que no quede algún yacimiento con buenas leyes explotable en el próximo “superciclo”…
Imagen del USGS