Perforando en Atacama
Hace no mucho más de cien años tierra baldía. Más tarde albergue de gran riqueza mineral. Hoy, cuando aún quedan años de explotación de metales, se buscan nuevas formas de aprovechamiento para esta tierra, donde las energías renovables tienen mucho que decir.
En nuestros días, el desierto de Atacama mantiene su aspecto totalmente hostil a casi cualquier forma de vida, aunque cuantitativamente es una de las zonas más intervenidas del norte chileno. Grandes corporaciones mineras de todo el mundo explotan diferentes yacimientos de cobre, atendiendo a la demanda mundial de este metal, indispensable en cualquier aparato electrónico.
El cobre es el sueldo de Chile. La producción de este metal abastece cerca de un 40% del mercado mundial, y Chile guarda alrededor de un 30% de las reservas mundiales, exportando más de la mitad de su producción. Es por ello que cualquier variación en el mercado mundial de este metal afecta de manera importante el crecimiento del país. Justo lo que está pasando ahora.
Gracias a los años de bonanza productiva, el país dejó a cero su deuda, y a día de hoy, los esfuerzos se concentran principalmente en proyectos de inversión pública y privada que mejorarán las infraestructuras y mantendrán la economía. La idea es estar preparados para cuando vuelvan las vacas gordas. Y es en este contexto donde entra la inversión en energías renovables.
En los últimos años se han sucedido proyectos hidroeléctricos, fotovoltáicos, y en especial, eólicos. Si recorres el país por carretera hacia el norte por su arteria principal, la ruta 5, te puedes hacer una idea de la magnitud de estos proyectos, y de los que están por venir. La cantidad de estudios necesarios se prevé grande, por lo que muchas compañías de perforación especializadas en minería están dando el salto a estudios de terreno, uniéndose a otras muchas ya especializadas en ello. El pastel es grande y hay que repartir, pero pocos de los lugares de trabajo son tan poco hospitalarios como el desierto.
Las personas que se dedican a perforar tienen un punto de mala fama. No es un trabajo fácil, las condiciones no son las mejores, y se pasa mucho tiempo fuera de casa, lo que implica que a veces haya que matar el tiempo no de la mejor manera, pero siendo consciente de que al día siguiente hay que trabajar alrededor de doce horas a pleno sol.
Éstas gente se toma su trabajo muy en serio. Cada equipo lo componen dos o tres personas por lo general, un operador y uno o dos ayudantes. El operador es el encargado de llevar la perforación, y maneja los tiempos en la máquina. “Hay que estar pendiente de todo, un error en el manejo y puedes matar al que está debajo, por eso tenemos que saber que estamos haciendo en todo momento”.
Carlos tiene 27 años, y lleva seis años trabajando en esto. “Empecé como ayudante, con Maximiliano”. Hoy los dos son operadores en dos de las diez máquinas del proyecto que superviso. “La máquina, según funciona, te da toda la información. Si se aprieta, si aumenta el sonido, si le cuesta bajar… Hay que tener sensibilidad y saber lo que estás perforando, para adaptarte, ya que las piezas pueden desgastarse más de lo debido, y una avería aquí puede dejarte días parado”.
En el proyecto están implicados diez equipos de perforación, además de supervisores. En total somos unas cuarenta personas las que nos juntamos todos los días con la intención de sacar adelante más de 1700 metros de perforación en un plazo bastante corto de 36 días, en un área del desierto donde se instalarán 56 aerogeneradores.
Mi trabajo consiste en ir viendo los materiales, pedirles que tomen muestras, e ir reportando los avances y fallos que pueda haber. Pero el trabajo duro lo hacen ellos. Turnos de doce días seguidos, el mayor nivel de radiación del planeta, un ruido infernal, y un paisaje desolador.
“Si me tomáis las muestras como os pido, os invitaré a algo a final de turno”. “Buah, ya me han prometido muchas veces cosas los geólogos y luego nunca cumplen”, me replica Erwin, un ayudante. “Al equipo que mejor lo haga les daré una botella de vino a cada integrante”. “Buah”. No me tiene mucha fe.
A veces es complicado llegar a tener confianza con ellos. Se aplican en su trabajo al máximo, para que el geólogo venga a después a pedir cosas con más o menos tino, así que por lo general no es que te miren mal o no hagan lo que pidas, pero muchos guardan las distancias. Por lo menos al principio.
Si las condiciones son así de duras en general, ¿porqué trabajar en esto? “Aquí se gana más plata, aunque a veces hay que pelear un poco”. A principio de la campaña se juntaron los integrantes de cuatro equipos de una de las empresas para mejorar las condiciones. “Conseguimos un bono por objetivos, porque las horas extras apenas subían el sueldo”. En Chile los trabajadores pelean bastante por lo que creen que les corresponde, pero una vez lo consiguen la motivación en el trabajo es máxima. “Hoy se nos quedó abajo atascada la corona, y hubo que sacar todo el revestimiento”. Esto conlleva un par de horas de desenroscar, sacar, reapretar, y descargar tubos de bastantes kilos.
Y lo duro no es sólo trabajar aquí. “Traemos las máquinas desde Santiago por carretera”. Eso suponen 1500 kilómetros en un camión que como máximo irá a 90 km/h. Erwin es operador de otra máquina, y llegó con su equipo sin descanso entre medias de otro proyecto en Santiago. Antes y después de cada jornada viajan hora y media hasta el área de trabajo, por lo que no es raro verles dormir de vuelta a la pensión.
Y todo esto para conseguir muestras de terreno, para asegurar que la instalación de un aerogenerador gigantesco y su funcionamiento no entrañarán peligro alguno de caída o hundimiento.
A partir de las muestras obtenidas se realizarán ensayos y cálculos para diseñar una cimentación adecuada. Ellos lo saben y tratan de sacar la mayor cantidad posible de muestra, lo cual a veces no es fácil ni posible.
“Hay materiales con mucha arena, y se refrigera con agua, por lo que si queremos avanzar sin averías o desgastes prematuros tenemos que sacrificar muestra en algunas zonas”. Si el material es roca es algo más sencillo y no se pierde muestra.
Agua. No es fácil conseguirla en esta zona a un precio razonable, pero es indispensable para trabajar. Cada día se pueden gastar mas de 40000 litros, a veces más si se pierde por el terreno. No es agradable quedarte sin ella y ver como pasa el día sin poder hacer nada. Además el ambiente es competitivo entre equipos, nadie quiere ser quien menos perfore, por lo que mantenerse perforando es capital si no quieres que a la noche te “webeen”.
Le pregunto a Carlos si ha pensado en hacer alguna otra cosa. “No, a mi me gusta esto. Intento seguir aprendiendo, los supervisores siempre pueden explicar cosas nuevas, y a lo mejor puedo hacer cursos de formación para mejorar. Pero no me veo haciendo otra cosa, y esto no lo hace cualquiera”.
Cuando terminan una perforación, se mueven al siguiente punto, y dejan todas las muestras en la instalación de terreno que hace las veces de almacén y oficina (tres containers). Allí Nelson, el supervisor con más experiencia, elabora un informe detallado de los materiales. Yo le ayudo en lo que puedo, pero al final acabo aprendiendo yo más que él.
“Mira esta arena, mira como pesa. Tiene “fierrillo”. Esto te destroza las coronas y te impide avanzar”. Cosas de la geología.
Una vez que empieza el turno, los días pasan y caen más despacio de lo que gustaría, por lo que a final de turno todos tienen bastantes ganas de irse a sus casas y tomarse unas cervezas, descansar cinco días para después volver a la rutina. En Calama, donde está la pensión, alguna noche se juntan en una habitación para tomar algo, y no dejar dormir a otros, pero es perdonable.
Yo suelo bajar todos los días con Maxi, Claudio, y Felipe, boliviano que tiene más conversación que ninguno. Como los dos somos extranjeros tenemos en común dificultades a la hora de obtener papeles, permisos, o cosas tan básicas como un contrato de teléfono.
Cuando llega el último día de turno, reparto seis botellas de vino, y un litro de cerveza para cada equipo, para agradecer el esfuerzo realizado. Erwin, que no tenía confianza en que le fuera a llevar la botella que le prometí y me ha estado recordando todos los días la misma, se queda callado al recibirla. “Ahora, qué”. “Gracias”. Y se va. Será la primera vez que un geólogo le regala algo.